Los dominicanos como sociedad estamos reclamando un pacto fiscal, quizás cada quien con sus expectativas particulares. La verdad es que el marco dentro del cual debe negociarse dicho pacto y la consecuente reforma fiscal, está definido en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo (END) 2030 del 25 de enero de 2012.
Según el artículo 36 de esta ley, el pacto fiscal debe estar “orientado a financiar el desarrollo sostenible y garantizar la sostenibilidad fiscal a largo plazo, mediante el apoyo sostenido a un proceso de reestructuración fiscal integral y el marco de una ley de responsabilidad fiscal que establezca normas y penalidades para garantizar su cumplimiento”.
De esto, dos frases llaman poderosamente la atención: “la sostenibilidad fiscal a largo plazo” y “reestructuración fiscal integral”. Los primero en lo que debemos enfocarnos es que realmente la reestructuración fiscal integral sea sostenible en el tiempo. Para ello es necesario enfocarse en un nuevo sistema tributario que no solamente responda a las necesidades actuales de recaudación.
Se trata de crear un sistema tributario simple, de fácil cumplimiento y con tasas adecuadas que no sean tan bajas como para ir en detrimento de las recaudaciones, ni tan altas que fomenten la evasión y que pueda funcionar para satisfacer las necesidades futuras.
Por otro lado, aumentar esfuerzos de recaudación, pero no sobre quienes ya pagan impuestos, sino sobre los evasores. Los esfuerzos de la Administración Tributaria deben orientarse a formalizar los pequeños y medianos negocios, así como a los profesionales independientes y personas que trabajan por cuenta propia. También revisar las leyes de incentivo fiscal que vienen a proteger, en muchos casos, a quienes menos lo necesitan.
Está claro que con un aumento en las recaudaciones se eleva también la presión tributaria. Pero no se puede dejar de observar el gasto público. La transparencia debe ser parte del día a día, tal vez así evitemos casos como el de Odebrecht. Asimismo, es necesario ajustar el gasto a los ingresos del Estado. Dejar de pensar, año tras año, en un presupuesto complementario que solo crea más deuda.
Finalmente, aunque tal vez no se relacione tanto con la reforma fiscal, también sería necesario fomentar el sector industrial y la producción nacional. Tal vez así lleguemos a ser un país que consume y exporta lo que produce, reduciríamos las importaciones y podríamos invertir la situación actual de la balanza de pagos. Con ello se corregiría el tema de los dólares y tener un crecimiento real en la economía, que no solo se refleje en reportes trimestrales, sino más bien en la percepción general de la población.
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